Fast Fashion: Los roperos comunitarios y el reciclaje textil que cambian el panorama
De acuerdo la ONU, cada segundo es el equivalente a un camión de basura de textiles, que deposita ropa en vertederos o se quema.
Por María Allende Muñoz, Nicolás Masserano Figueroa y Constanza Pacheco Bustos.
Son las 10:30 am del domingo en Padre Hurtado. Aylin Fuentes abre las grandes puertas del closet comunitario “Sin Coste”. Al frente, una plaza en remodelación con árboles, juegos para niños y una cancha. Antes de que las vecinas y vecinos comiencen a llegar, ella y los amigos que invitó a ayudarla se ponen a ordenar el closet.
La idea la sacó de una casa “okupa” en un viaje a Europa, cuya iniciativa había sido levantada por una comunidad de anarquistas.
“En ese espacio había un closet comunitario que ellos llamaban “Sin Coste” en referencia a Lacoste, donde habían muebles en los que las personas llevaban ropa limpia y planchadita en buenas condiciones y la dejaban ahí, y al mismo tiempo, se llevaban lo que les sirviera. Entonces, no había una transacción de por medio, sino que un flujo”, cuenta Aylin.
En el closet comunitario de Padre Hurtado, la ejecución es distinta. El proyecto se ubica en una sede vecinal, donde dos domingos al mes, voluntarias y voluntarios deben sacar la ropa de una de las habitaciones del lugar y ordenarla para cuando lleguen las personas a dejar o a buscar prendas y otras cosas. Al finalizar la jornada, las encargadas del closet deben guardar la ropa y dejar la sede disponible para otras actividades.
“El ejemplo del vertedero del desierto de Atacama nos hace reflexionar cómo un bien necesario como la ropa se puede ir a la basura si se puede reutilizar, reciclar y distribuir. Entendemos que muchas de las mujeres acarrean el gasto familiar solas y que las lucas siempre escasean, y que aquí hay un recurso comunitario disponible para ellas y para sus hijos e hijas”, dice Aylin.
El derroche de la industria textil
Según un documento de Asesoría Técnica Parlamentaria, emitido por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile (2019), la industria de la moda emite el 10% de las emisiones de carbono a nivel global y produce alrededor del 20% de las aguas residuales mundiales.
Al respecto, la ONU indica que además de ser la segunda industria más contaminante después de la petrolera, solo para producir un par de pantalones de jeans se utilizan 7.600 litros de agua; equivalente a lo que una persona bebe durante 7 años en promedio.
Fashion Revolution es un movimiento internacional nacido el 24 de abril de 2013, donde 1134 personas murieron en el colapso del complejo industrial de Rana Plaza en Bangladesh. El movimiento busca mejorar las condiciones laborales de la industria textil y se manifiesta en contra del fast fashion, un concepto utilizado para referirse a la producción excesiva de ropa a un ritmo que no es sostenible en el tiempo sin generar problemas a las generaciones futuras.
Las cifras de la UNECE (The United Nations Economic Commission for Europe) muestran que más de 75 millones de personas trabajan directamente en la industria textil y moda, de los cuales el 80% son mujeres. Fashion Revolution reclama que:
“muchas personas están sujetas a explotación: abuso verbal y físico, trabajo en condiciones inseguras y salarios realmente bajos”. Además, aseguran que las personas que trabajan en la confección de ropa reciben un salario “entre un 0,5% y el 1% del precio total de una prenda”.
Documentales como “Esclavitud Infantil en la India”, “La dura industria textil en Bangladesh” o “Algodón: La cara oculta del oro blanco (África), muestran la realidad de cómo parte de la ropa de las grandes marcas está hecha por niños forzados a trabajar en beneficio de la industria textil, cosechando el algodón en África o confeccionando ropa en países como Turquía, la India, Bangladesh. Posteriormente, es desechada en países como Ghana -en condiciones de explotación y esclavitud- o Chile.
Para el sociólogo y docente de la Universidad de Palermo, Jorge Castro Falero, es crucial que los medios de comunicación tomen un discurso persuasivo que concientice a las personas sobre el problema de la industria textil y los desaliente a consumir irracionalmente y que tomen la costumbre de “obtener lo necesario y no lo suntuario”.
De esa forma mejoraremos la calidad de vida de grandes contingentes de la población del mundo”. Para ello, este placer “debe canalizarse por la apreciación del arte, la recreación, el poder disfrutar de un ocio no asociado al consumo, y a la profundización de los vínculos familiares y sociales”, exhorta Falero en su texto “Cómo mitigar efectos adversos de la Industria Textil y de la Moda”.
Bajo la perspectiva de Natalia Zumelzu Castro, estudiante de Estudios Internacionales de la Usach (quien está realizando su tesis sobre la aplicabilidad de la economía circular dentro de la industria textil y de la moda para los países en vías al desarrollo), pese a que en el norte global se están tratando de establecer reglamentos para prevenir el cambio climático, la producción sigue respondiendo a la lógica de la moda rápida.
Esto se da, de acuerdo a Natalia, porque al fin y al cabo la industria de la moda “opera según el tema de la oferta y la demanda, y si la demanda no solicita que se respeten los derechos de las personas, la oferta, que serían las tiendas de ropa, ni siquiera lo van a intentar porque a nadie le importa, y más encima, van a producir ropa mucho más barata”.
Zumelzu piensa que a las personas les importa más el impacto medioambiental que el laboral, e insiste en que la transformación real de la industria textil debe venir desde la iniciativa de todos los actores implicados, ya sea desde las empresas, las ONGs, el Estado y desde los consumidores.
“En Chile también se está dando mucho el boom de ser ecofriendly con la ropa, pero si te das cuenta, lo que se está promocionando es que tu ropa es reciclada, tu ropa no está haciendo daño al medio ambiente, pero no te lo están vendiendo como algo que fue hecho sin esclavitud, que los trabajadores tuvieron un sueldo digno, o tuvieron horas de descanso, eso no se ve y la gente lo asume incluso, dirá “oh que pena” y siguen comprando ahí, no les va a importar mucho”
Inspirada en el reciclaje
Anastasia es una una joven de 28 años que crea ropa desde los 15, cuando su mamá le enseñó a usar la máquina de coser. Sin embargo, desde el 2020, la inspiró un sentimiento profundo por generar un cambio real respecto a la creación de ropa.
“Mi mamá siempre tuvo esa lógica de que la ropa la puedes adaptar a tu cuerpo y a tus necesidades, y no esa mentalidad que se ve mucho hoy día con el fast fashion o en los países más desarrollados -que también se imita acá en Chile- que es que la ropa te tiene que quedar perfecta o si no a la basura”.
Por este motivo prefirió el camino de la reutilización de prendas, siendo la feria de Lo Hermida (Peñalolén) una de sus favoritas, pues cuando se termina, queda mucha ropa tirada en la calle.
Saber que toda esa cantidad de ropa iba a terminar en la basura, le produjo angustia y, a la vez, fue un fuerte motor inspirador para cambiar su propio paradigma. Vestidos, alfombras, petos, incluso encuadernación son algunas de sus creaciones hechas a partir de ropa reciclada.
“En su momento, barajé trabajar como otras tiendas y comprar telas, que además es más fácil y simple de trabajar, pero me apenaba mucho esa noción de que el mundo se está llenando de basura, el océano, el desierto y tantos rincones alrededor del mundo”.
Pensar desde la cooperatividad
Para Aylin y su equipo, el closet es “una manera de entender otra lógica de convivencia que lleva a un barrio a pensarse diferente, no solamente al interior de nuestras casas en un espacio individual de auto supervivencia, sino que relacionarnos desde la cooperatividad, no desde la caridad, reconociéndonos como una comunidad”.
Pese de que la idea de levantar un closet comunitario se gestó el 2020, se materializó en marzo del 2022, debido a que para realizarlo no solo se necesita ropa, sino que también un espacio, voluntarios con tiempo y comprometidos, y difusión.
El closet comunitario de Padre Hurtado se hace domingo por medio en una sede ubicada en el pasaje San Marcos #1593 de 11 a 14 hrs. Durante la jornada, no suelen ir más de 10 personas al día.
Sin embargo, Aylin dice que el proyecto ha tenido una linda aceptación de parte de la comunidad, entienden la lógica y aportan sobre todo con entregar.
”Siento que es más fácil para ellos dar porque estamos muy acostumbrados a una Teletón, a esto del “yo aporto y me siento bien con eso”, pero es más difícil instalar la lógica del ”yo puedo utilizar el servicio” porque hay auto prejuicios de por medio que tienen que ver con pobreza, con necesidad o ser un individuo que necesita ayuda, y en este caso, no se trata de ayuda, se trata de circulación de bienes, de a poquito la gente ha ido aceptando esa idea y hay una valoración positiva”.
Según las activadoras del closet, para mantener un proyecto así hace falta que la comunidad colabore y coopere para mantenerlo activo a través de voluntarios y que se apropien y hagan uso del closet de manera constante.
Hoy el “Sin Coste” se encuentra en pausa por necesidades de la junta vecinal, por lo que deberán sacar la ropa de la sede y buscar otro espacio para su realización. Según Cedella, una de las voluntarias del closet, hacen falta más espacios comunitarios disponibles para que las personas puedan dejar las cosas que no utilizan en sus hogares y que a otras personas sí les sirven.
La masificación de los closets comunitarios podría ayudar a reciclar y a mantener a las comunidades más conectadas consigo mismas, con las necesidades de los demás y con el medio am