La cabeza de la estatua de Pedro de Valdivia colgada en las manos de Caupolicán es una de las postales más recordadas de los momentos más álgidos del Estallido Social. Según un catastro realizado por el Ministerio de las Culturas fueron 1.200 los monumentos e inmuebles patrimoniales que resultaron dañados desde el 18 de octubre.
No se derribó cualquier tipo de estatua. Los monumentos nacionales que fueron destruidos o intervenidos tienen un nicho común: son figuras de la colonización española o militares chilenos. Entonces, cuando se derriban este tipo de estatuas es una interpelación directa hacia el autoritarismo oligárquico y militar.
En el corazón de Santiago, en la ex Plaza Italia y resignificada como Plaza Dignidad, la lucha por sentarse arriba del caballo de Manuel Baquedano era cosa de todos los días. En Arica, se destruyó y decapitó la escultura de Cristóbal Colón. En Punta Arenas se derribó la estatua del genocida selk´nam, José Menéndez, y posteriormente fue arrojado a los pies del monumento al indio patagón. Mientras que en La Serena, la figura de Francisco de Aguirre, militar de la colonización española, fue arrancada y, en su lugar, se instaló una escultura de una mujer diaguita.