Mundial de Qatar: Un error que costó caro

Por Pablo Flores Rubilar

Más que de la misma competición, los jugadores, o los posibles ganadores del Mundial, el principal foco de estos últimos días ha estado en lo cuestionable que es realizar un torneo de este calibre en un país como Qatar debido a las estrictas normas que se han impuesto para quienes visiten el país durante la realización del evento, tales como las muestras de afecto en público, el consumo de tabaco o la prohibición del consumo de alcohol en los estadios, anunciado a solo dos días de que comenzara el Mundial.

Es prácticamente un consenso que no se debió haber llevado a cabo en el país asiático, sobre todo cuando se barajaban otras opciones como Inglaterra y Estados Unidos, que no solo tienen una mayor “cultura futbolera”, sino que también cuentan con una mucho mejor infraestructura para albergar los partidos. Omitiendo también el extremismo religioso que impera en el país que, por ejemplo, condena la homosexualidad y somete a las mujeres a la tutela de algún hombre de su familia.

A raíz de todo esto, se ha generado el debate sobre si más allá de lo futbolístico, el abrir las puertas a Catar podría llegar a ser beneficioso, pensando en que al momento de exponerse al mundo podrían volverse más flexibles con sus normas y aprender de las distintas personas y culturas que visiten el país, mejorando eventualmente las condiciones de las personas que viven allí. Una visión que más que realista, suena utópica.

Sin duda este escenario sería el ideal, pero basándose en la actitud que han tenido los dirigentes del país, cuesta mucho imaginarlo. El mejor ejemplo son los dueños del Paris Saint-Germain, quienes han basado la personalidad del club en el gasto excesivo de dinero para adueñarse del fútbol francés, o para las polémicas generadas con el fichaje de Neymar en el 2017 y la renovación de Mbappé este año. Por lo tanto, en su afán egoísta de querer quedarse siempre con todo, muy difícilmente los cataríes estén dispuestos a dejar atrás sus retrógrados principios.

En definitiva, como dijo el ex presidente de la FIFA, Joseph Blatter, el haber accedido a llevar la competición deportiva más importante del mundo fue un total error, y ya se ha visto demostrado en el partido inaugural, ya que al ir perdiendo en el entretiempo, la mitad del público local se estaba retirando del estadio, demostrando que el fútbol no es algo que les despierte un real interés, de modo que celebrar el mundial allá no fue más que otro gusto que se dieron los jeques cataríes amparados por la hipocresía de la FIFA.